Hoy, la ciudad de Bakú, Azerbaiyán, se convierte en el epicentro de una de las reuniones más esperadas y críticas del año: la 29ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29). En un contexto global marcado por fenómenos climáticos extremos y presiones económicas, representantes de casi 200 países se han dado cita para abordar los desafíos de una crisis climática cada vez más apremiante. La jornada inicial ya deja entrever el peso de las decisiones que los líderes mundiales deberán tomar en los próximos días para guiar el futuro de la acción climática.
Un objetivo en el horizonte: un nuevo acuerdo de financiación climática
El primer tema en la agenda no es nuevo, pero la magnitud de la propuesta sí lo es. Desde 2009, los países desarrollados han comprometido 100.000 millones de dólares anuales para apoyar a las naciones en desarrollo en la lucha contra el cambio climático, una cifra que muchos consideran insuficiente ante la aceleración de la crisis. Durante la COP29, la comunidad internacional debate ahora la posibilidad de elevar ese compromiso a un billón de dólares anuales. Para muchos, esta es la señal que el mundo necesita para reafirmar su compromiso con los países más vulnerables. Los delegados de las naciones en desarrollo ya han hecho eco de sus demandas: sin un apoyo financiero fuerte, las promesas de adaptación y mitigación se quedan en palabras vacías.
Los planes nacionales y la urgencia de limitar el calentamiento global
Los pasillos de Bakú también están llenos de debates en torno a los planes nacionales de acción climática. La COP29 se considera un punto de inflexión para estos compromisos, ya que los países deben actualizar sus estrategias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En una sala abarrotada, se han escuchado los llamamientos para que los objetivos nacionales sean ambiciosos, claros y, sobre todo, cumplibles. El Acuerdo de París estableció el umbral de 1.5 °C para evitar efectos climáticos irreversibles, pero los últimos datos han puesto de relieve la urgencia de reforzar los compromisos.
La adaptación climática: un desafío que no puede esperar
A medida que avanzan las discusiones, los representantes de regiones especialmente afectadas, como el sur de Asia y el Caribe, enfatizan la necesidad de prepararse no solo para el presente, sino para un futuro donde los eventos climáticos extremos podrían convertirse en la norma. La adaptación y la resiliencia han cobrado protagonismo en la COP29. Se espera que, para 2025, cada país cuente con su propio Plan Nacional de Adaptación, pero los delegados insisten en que solo con un incremento significativo en los fondos destinados a la adaptación climática podrán implementar estas medidas de forma efectiva.
Un contexto político que añade complejidad
Mientras las conversaciones avanzan en Bakú, en el horizonte de la cumbre surgen retos adicionales. La reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos genera dudas sobre el compromiso de este país con los acuerdos climáticos internacionales, en un momento en que su papel podría ser decisivo. La COP29 también se ve marcada por la ausencia de líderes clave, como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Estos vacíos de liderazgo plantean interrogantes sobre la capacidad de los participantes para cerrar acuerdos de gran alcance.
Los próximos días definirán el curso de la COP29
Bakú se prepara para semanas intensas de diálogo, propuestas y compromisos. En los próximos días, los líderes mundiales deberán encontrar puntos de consenso en temas de financiación, acción climática y adaptación. La COP29 es vista como una oportunidad para traducir las promesas en acciones y establecer una respuesta sólida y compartida frente a una crisis que afecta a todos, aunque en distinta medida.
La comunidad internacional observa de cerca cada avance y cada decisión que surjan en Bakú, en una COP29 que promete ser crucial para definir el rumbo de la acción climática en los próximos años.
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